Argentina, el país organizador de la Copa América 2011, quedó eliminada luego de la derrota por penales ante Uruguay y, una vez más, sólo pudo llegar a los cuartos de final.
Se volvió costumbre ver la resignación en los rostros de los jugadores albicelestes, esos mismos que en Europa cotizan millones de euros y que obtienen títulos en los equipos en los que les toca participar, pero que a la hora de estar en su selección, no tienen la jerarquía o la capacidad necesaria para triunfar. En 1993 fue la última vez que la Mayor obtuvo un título, la Copa América en Ecuador, y luego pasaron técnicos y futbolistas, pero se asentó la frustración como eje principal.
Muchos critican a la gestión de Julio Grondona, culpándolo, entre otras cosas, de no contratar técnicos capacitados para el puesto. Otros sólo reprochan a los jugadores, acusándolos de no “poner lo suficiente” por su camiseta, tal es el caso de Lionel Messi. Lo cierto es que los encargados del fútbol argentino deberían sentarse a debatir y a tomar medidas para mejorar al fútbol en todos los sectores, pasando por clubes, divisiones inferiores, selecciones, dirigencias e hinchadas, para que el prestigio, que alguna vez colocó a Argentina en la cima del deporte, se recupere y, de esa manera, se pueda volver a gritar campeón.
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